Capítulo 3
La madre de todas las desgracias

Estuve viendo fotos de mi madre en fb esta semana. Justo ayer le comentaba a Patricia que mi madre está muy arrugada. Debe ser porque también esta semana me conecte después de no sé cuantos años con mi hermano Miguel y lo vi a través de la cámara de la computadora. Hoy me levanté pensando en mi madre y me dieron ganas de abrazarla. Los que vivimos tan lejos, tenemos un tema tabú. Sabemos (nos aterra saberlo) que alguna vez recibiremos ese llamado desde allá para avisarnos lo que todos sabemos que algún día pasará. Y, en el caso de poder, tendremos que sacar un pasaje urgente, viajar doce horas en avión con los ojos desencajados, para asistir al entierro de uno de nuestros padres, que ha muerto sin nuestra cercanía. Es un asunto horrible que ocurre tarde o temprano, por ley natural. No es una posibilidad, es una verdad trágica que nos acecha cada vez que suena el teléfono de madrugada. Pues bien. Mi teléfono aun no ha sonado para traer esa noticia pero hoy estuve pensando en eso y la verdad, no me gusta pensar en eso. Ojalá las distancias no existieran, digo las distancias físicas. Ángela se despertó, estuvo tosiendo toda la noche y no se siente muy bien, me dan ganas de contarle como me siento pero es mejor cocinarle algo para que coma y juntos ver un capitulo de Shake It up! en Disney Channel. Facundo también se despertó. Comienza el domingo. Hasta hace un par de meses atrás, los domingos no empezaban así.